Karen Carpenter, la dulce cantante y baterista de The Carpenters cuya vida trágica la convirtió en una de las primeras mujeres en morir víctima de la pasión y los trastornos mentales.

Karen murió a los 32 años como consecuencia de la anorexia nerviosa que sufrió gran parte de su vida, pero algunos señalan que la fama fue la verdadera culpable. Ella no era la chica obsesiva y pálida que miraron los espectadores durante los últimos años de su vida, cuando era pequeña disfrutaba bailar y no tenía en mente demasiados problemas. Admiraba a su hermano Richard y le gustaba su talento en el piano. La dulce pequeña ignoraba que con él comenzaría una banda que llevaría su vida hacia la perdición.

Su aventura inició cuando Karen y Richard comenzaron a tocar jazz y a grabar sus primeras canciones entre 1965 y 1966. Aunque la joven era sana y se desempeñaba con excelencia en el escenario como vocalista y baterista, un doctor le indicó que debía comenzar a hacer dieta. Carpenter pesaba alrededor de 66 kilos, lo considerable para una mujer de 16 años con su estatura (1.63 m). El médico recomendó la Dieta Stillman, la cual elimina por completo las grasas del régimen alimenticio afectando por completo el sistema. La bella chica de mejillas hinchadas desaparecía lentamente hasta perder cuatro kilos al año.

Se especula que poco después de que la carrera de The Carpenters comenzó a generar éxito, Karen desarrolló una fuerte obsesión por mantenerse delgada y siguió rigurosamente las recomendaciones de su médico. En 1970, la banda llegó al estrellato con su segundo álbum, y aunque ella parecía feliz, en el fondo tenía problemas que no sabía cómo resolver. Como forma de ahogar ese dolor salió con múltiples hombres como Steve Martin y Tony Danza, hasta que finalmente –en 1979– creyó encontrar el amor en un agente de bienes raíces llamado Thomas James Burris, quien llevó su vida a una ruina, si cabe, más grande.

La baterista y vocalista ha sido descrita por múltiples personas como una mujer fuerte pero tímida. Pocos saben plenamente lo que sucedió con su relación, pero algunas fuentes indican que el hombre la hacía sentir insegura, la maltrataba, abusaba de ella y la engañaba con otras mujeres. Burris usaba dinero de la cuenta de Karen para invertir en diferentes negocios, mientras que ella se quedaba sólo con unos cuántos dólares para sobrevivir. Ése año definió su destino. Cada vez bajaba más de peso, lucía menos enérgica frente a la prensa y sus amigos afirmaban que había veces en que sus nervios estaban tan destruidos que no podía comer de tanto llanto.

Al poco tiempo decidió divorciarse y alzar de nuevo su carrera musical. Planeó distintas presentaciones y grabaciones, pero su psique y cuerpo eran demasiado inestables. Tomó medicamentos para reemplazar la tiroides con el propósito de acelerar su metabolismo y tratar su anorexia, pero sólo hizo que perdiera más peso y que se le dificultara comer. Al año fue internada y fue puesta bajo un tratamiento que finalmente la hizo subir unos cuantos kilos. Sin embargo, su cuerpo estaba tan deteriorado que el proceso empeoró la condición del corazón.

A inicios de 1983 todo parecía estar mejorando y Karen accedió a participar en la celebración del 25 aniversario de los premios Grammy. Algunos señalaron que la mujer se veía débil y demasiado delgada, pero otros afirman que se veía en su mejor momento y que lucía demasiado alegre. Nadie sabía que ésa sería su última aparición en público. En menos de un mes estaría reuniéndose con las grandes leyendas de la música en ese lugar fantástico en el que aún intentan curar sus corazones rotos.

Karen murió el cuatro de Febrero de 1983, poco antes de cumplir 33 años. Despertó en la mañana y estaba lista para firmar los últimos papeles para hacer oficial su divorcio y comenzar su nueva vida, pero su corazón no soportó más. Cayó inconsciente y comenzó a tener latidos cada 10 segundos hasta que finalmente se detuvo. La anorexia había terminado con cualquier función y el órgano simplemente no lo pudo soportar. Perdió la vida sin curar sus heridas completamente, mientras que el mundo tendrá el recuerdo de sus hermosas melodías.

La historia de Carpenter es breve como su vida. Aunque era una mujer alegre frente al público, en privado tenía sus propios fantasmas por vencer. Así le sucedió a los otros grandes que murieron dejando un enorme legado y ahora habitan en una sala imaginaria en la mente de quienes aman la historia de la música. En ese lugar vivirá para siempre, con la sonrisa que el mundo conoció y la voz que hipnotizó a toda una generación.

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