Jesucristo nunca existió, ni tampoco los apóstoles. Los cristianos jamás fueron perseguidos y martirizados por los romanos, principalmente porque no hubo un solo cristiano sobre la faz de la Tierra hasta el siglo IV, cuando el emperador Constantino crea desde cero una religión monoteísta sobre la que cimentar su ambición. La ambiciosa y delirante idea parte de Lactancio, un maestro de retórica convencido de que la supervivencia del Imperio dependía de la sumisión de los romanos a un dios único.
No se trata del argumento de una novela –aunque esté novelada- sino de la conclusión del escritor Fernando Conde Torrens tras 23 años de minucioso estudio de los llamados “textos sagrados” y que expone en su controvertido libro ‘Año 303: inventan el cristianismo’ (Alfa Andrómeda). La tesis de la inexistencia histórica de Jesús no es nueva –ha sido defendida antes por Robert Price o Llogari Pujol– pero Conde ha llegado por un camino inédito: comparando los textos originales en griego, idioma que tuvo que aprender para llevar a cabo la investigación, y detectando que “no hubo cuatro evangelistas sino dos autores: Lactancio y Eusebio de Cesárea”, que escribieron la falsificación entre los años 303 y 320 de nuestra era.
De estar en lo cierto la hipótesis de Fernando Conde estaríamos sin duda ante el mayor fake de todos los tiempos. Fernando atendió la llamada de Strambotic desde su hogar en la muy católica Navarra.
-Ayer nos despertamos con la noticia de que Defensa había ordenado a los cuarteles poner la bandera a media asta por la muerte de Jesucristo. Esto está sucediendo en 2017.
-La sociedad sigue estando muy condicionada por la religión católica: el 100%, incluso los que se denominan ateos o agnósticos, entre otras cosas porque sus hijos se educan donde se educan y con las consecuencias fatales de este fraude. Yo le llamo el viejo paradigma, un paradigma que habrá que superar.
-Los llamados “miticistas”, como Robert Price, comparan a Jesucristo con Superman. Celebrar el nacimiento de Jesucristo sería el equivalente de celebrar el de Superman.
-O el de Batman, o el de Indiana Jones, claro. En literatura no cuesta nada inventar. El papiro lo aguanta todo.
-¿Por qué no se ha desmantelado esta enorme falsificación en 1.700 años?
-Porque las altas esferas, y ahí incluyo al gobierno actual, forman un bloque que está ligado a la jerarquía eclesiástica y, claro, lo que la jerarquía intenta por todos los medios es actualizar esta falsificación y hacer creer que sigue estando vigente.
-Llevada a sus últimas consecuencias, un libro como el suyo, que demuestra la falsedad del cristianismo, debería implicar el desmantelamiento de toda la gigantesca estructura creada en torno a la figura de Cristo.
-Efectivamente, si la sociedad asume que Jesucristo no existió, ni ningún apóstol, ni hubo mártires se producirá eso que tú dices, pero eso es sólo el paso previo. Lo importante es que recuperemos la doctrina auténtica que existía antes de que aquellos tres sinvergüenzas –Lactancio, Constantino y Teodosio– la sepultaran con el cristianismo. No basta con eliminar algo negativo: tenemos que recuperar lo positivo que se nos robó.
-¿A qué se refiere?
-Al helenismo que había en Grecia antes de Constantino. El gran crimen del cristianismo no es que nos haga adorar a un ser que no existió y dé una visión de la divinidad falsa, deformada y casi indecente. Los mejores hombres de la Humanidad hasta entonces, que habían nacido en ese paraíso para el pensamiento libre que fue Grecia habían encontrado el motivo de la existencia, la razón de ser, la forma de evolucionar y de crecer, y lo exponían en escuelas de sabiduría, de las que en Atenas había tres, además de en Alejandría o Nicópolis.
Esa doctrina -que resiste la crítica del hombre del siglo XXI, porque la Verdad con mayúsculas no puede ser rebatida- fue sepultada por los cristianos: cerraron las escuelas, quemaron los libros y nos dejaron ignorantes. A cambio, nos dieron una doctrina majadera y en eso estamos, 52 generaciones después: carentes de herramientas para la vida.
Espero que Occidente sea capaz de decir no sólo “esto es falso” sino también “esto es auténtico” y recupere lo que perdió con Constantino y compañía.
-La victoria del Dogma sobre la Razón…
-… Y de la victoria del fanatismo y la intolerancia sobre la ciencia, la inteligencia y la Evolución, que era lo que pretendía Sócrates, y otros antes que él, empezando con Pitágoras en el 500 a.C. Entre esa fecha y el 300 d.C. ese pensamiento fue progresando y llegó incluso a impregnar a los emperadores filósofos, los Antoninos, lo que sería el equivalente a que un hombre sabio estuviera hoy en la Casa Blanca.
-¿Era realmente necesario inventar una religión que unificara el Imperio romano para evitar su desmembramiento?
-En absoluto. Hay que darse cuenta que, durante 1.700 años, nos han vendido una imagen de la Historia que es la que convenía a la falsificación, y por ello se ha ensalzado por las nubes a Constantino. Fue su antecesor, Diocleciano, el que verdaderamente solucionó el problema que tenía el Imperio romano de inestabilidad.
-¿Por qué entonces ese afán por conseguir un Dios único para los romanos?
-La continuidad ya estaba conseguida, pero de ninguna manera era necesaria una unión porque Roma había sido tolerante con todos los dioses de los países conquistados, y ahí está el Panteón para demostrarlo. Lo que pasa es que a Lactancio se le metió en la cabeza que el Dios único estaba enfadado con los romanos por permitir la adoración de “dioses falsos”, según él. Este supuesto enfado iba a desencadenar el fin del mundo y, para evitarlo, había que poner en marcha una religión en honor al Dios único e implantarla en todo el Imperio. Eso fue lo que intentó vender a Diocleciano, que no le hizo ni caso, y le acabó vendiendo a Constantino.
-Más que un ingenuo que se deja embaucar por Lactancio, Constantino parece un pragmático, que ve en esa religión la manera de conseguir el poder absoluto.
-Efectivamente, es un pragmático. Él iba a lo suyo y pasaba por encima de todo, incluso de su palabra. El cristianismo no hacía ninguna falta, más bien al contrario. Posiblemente, el cristianismo ayudó a debilitar el imperio romano, en tanto dividió a la población en dos, generando pequeñas guerras civiles locales en algunos lugares de oriente: los nicenos, que no eran tolerantes, contra los no nicenos.
-¿Quiénes son los nicenos?
-Los seguidores de Lactancio, los partidarios de que Jesús era hijo de Dios. Los arrianos, seguidores de Eusebio, consideraban que Jesucristo era un maestro de sabiduría más. Desgraciadamente, estos últimos perdieron la batalla final y fueron borrados de la Historia.
Los nicenos practicaban la intolerancia más obtusa, así que su victoria derivó en que el cristianismo resultante fuera intolerante: quemar los bosques sagrados, derribar los templos y matar a quien no fuese cristiano niceno.
-Algo parecido a lo que hace hoy el Estado Islámico.
-Esto deriva de la mentalidad medieval. Si una etnia tiene mentalidad medieva, sucede. La convicción de estar en posesión de la verdad es una exteriorización del fanatismo que tenía Lactancio y que impregnó todo cristianismo.
Los reyes no deben estar a meterse con lo que sucede en la cabeza de sus súbditos.
-Crear una religión desde cero parece muy ambicioso.
-Y lo es, lo que pasa es que en aquel entonces se podía hacer. El cristianismo es la única religión monoteísta que se ha inventado desde cero, porque los judíos tenían unos textos primitivos que recuperaron cuando estaban en cautividad en Babilonia, porque su continuidad como pueblo peligraba. El Islam no digamos; ahí no hay nada que inventar: pusieron la doctrina que les pareció más conveniente. Pero el cristianismo es la única religión que, con una caradura impresionante, se ha inventado toda la película.
-Pero con la habilidad para basarse en el judaísmo, porque ya tenían los cimientos del Antiguo Testamento.
-En Roma estaban muy mal vistas las nuevas religiones. Lactancio, que sabía eso, lo que hizo fue recurrir a la única religión monoteísta que tenía a mano, que era el judaísmo y que le permitía remontarse hasta los tiempos de la fundación de Roma, incluso más. Robó el Antiguo Testamento a los judíos y creó el Nuevo Testamento. Eso implicaba hacer judío al hijo de Dios. Lo que hizo fue coger pasajes de la Torah judía y transformarlos para “anunciar” su llegada. Naranjas de la China: no había ninguna profecía que afectara a Jesucristo. Fueron todo construcciones literarias.
-¿Los judíos denunciaron esta apropiación?
-Cuando en el año 300 se inventa el cristianismo, los judíos están desperdigados por todo el mundo (desde la Diáspora del 130) y no pueden racionalizar ni enterarse de lo que está pasando en Roma. Como todos los romanos, caen en el engaño de que Jesucristo existió y que todo fue histórico, e incluso incorporan en sus escritos tardíos –del año 500- a un predicador judío que puede ser Jesucristo.
-Los documentos escritos que nos legó la Historia, mejor cogerlos con pinzas…
-Así es: la falsificación es totalmente generalizada. Las interpolaciones, que son añadidos espurios, era una práctica habitual. Por eso precisamente se utilizaban los acrósticos ocultos, para tener la seguridad que ese mensaje provenía de esa persona correcta. También las estructuras: había mucho cuidado de que los escritos importantes, por ejemplo entre soberanos, tuvieron garantías de no haber sido falsificados. También se escribían libros con fechas anterior a la real, lo que da pábulo a falsas profecías.
-Por tanto, entre el año 0 y el 303 no existió ninguna persecución a los cristianos.
-Es que no había cristianos. Hay un indicio de esto: en los libros de Lactancio y Eusebio eran ángeles de Dios: se dejaban matar y aceptaban el martirio, pero cuando los cristianos de verdad tomaron el poder con Teodosio eran ellos los que quemaban templos paganos y destruían estatuas.
-Leyendo el libro da la sensación de que Eusebio, uno de los falsificadores, está enviando un mensaje en clave al futuro. Y que el receptor de ese mensaje eres tú. ¿Nadie había estudiado hasta entonces estos anagramas con la firma “SIMÓN” que Eusebio introduce en las versiones griegas de los evangelios?
-Esto es completamente desconocido. Hay otros investigadores independientes que defienden que Jesucristo nunca existió, pero han llegado a esa conclusión por otro camino. Los ortodoxos les llaman “miticistas” porque su proceso es comparar los mitos fundacionales de Hércules o de Mitra con la historia que sabemos de Jesucristo. Otros investigadores han actuado por comparación de textos, como el doctor Llogari Pujol, que ha comprobado que en los textos egipcios sagrados se encuentran el 70 u 80% de los Evangelios.
Lo que yo he hecho es entrar en el proceso de redacción de los textos cristianos, y para ello he aprendido griego: para leer el Nuevo Testamento en su lengua original y gracias a ello he podido encontrar pruebas documentales. Una prueba son los acrósticos: Eusebio se estaba riendo de lo que decía el majadero de Lactancio y puso “fábula, patraña, tontería”, que es lo que quiere decir “Simón”, que no es un nombre propio sino “bulo”.
-¿Esto es falsable?
-Sí, claro. La prueba está en el texto griego. Cualquiera que coja un Nuevo Testamento interlineal –castellano y griego- puede inferir lo que yo afirmo. Yo me he servido del Sinaiticus y del Alejandrinus, el primero es dominio público y el otro conseguí una versión en CD-ROM. Lo que no conseguí fue el Vaticanus, que aparentemente es inaccesible, pero con dos es suficiente para inferir el texto primario.
-¿Y estas biblias contienen los textos originales de Lactancio y Eusebio, las falsificaciones del Nuevo Testamento?
-Absolutamente negativo. El texto que escribieron Lactancio o Eusebio es lo que yo llamo “texto primario”. Cuando se descubrió que existían acrósticos de “Simón” se ordenó que se destruyeran todas las copias en los conventos, cenobios e iglesias. Entonces, en la época de Teodosio, surgieron los textos secundarios: el Sinaiticus y el Alejandrinus, el Vaticanus y otros en papiro que pueden existir. Los primarios se queman y sólo quedan los secundarios. Lo que pasa es que con dos textos secundarios se puede reconstruir el primario, tal y como explico en el libro.
-¿Cómo han reaccionado los académicos a su libro?
-De varias maneras: hay quien me ha rebatido detalles metodológicos, hay quien ha reconocido que no puede arriesgar su posición académica por debatir conmigo y finalmente hay quienes han decidido que mi libro “es una tontería y que no merece la pena ni leerlo”.
-¿Te consideras un hereje, académicamente hablando?
-Si esto lo hubiera escrito hace 200 años, la Inquisición ya estaría encima. Por suerte, hemos logrado nuestro derecho a expresarnos. Lo que sé que tengo perdida es la batalla con el consensum editorum: los así llamados “entendidos” son partidarios e la falsificación y llevan negando cualquier teoría disidente desde hace 150 años, desde Tubinga.