Una de las peores noches de la vida de Gwyneth Montenegro, fue cuando tenía 18 años y salió de fiesta. Se pasó de copas, jamás imaginó que terminaría siendo una inocente presa de depredadores sexuales que la violaron cuando estaba inconsciente. Fueron entre 6 u 8. Años más tarde decidió entrar al mundo de las prostitutas de lujo.

Gwyneth Montenegro tenía 21 años cuando cobró por primera vez por tener sexo. Trabajó como Stripper en un club que la llevó a dedicar su vida a la prostitución de lujo donde cobraba alrededor de $1500 euros por encuentro sexual. Oficio que dio por terminado cuando tenía 39 años.

Después de atender las “necesidades” sexuales de más de 10.000 hombres. Hasta el 2014, eran 10.091 para ser exactos.

Esta mujer residente de Melbourne en Australia, después de dejar su vida como prostituta, decidió contar su experiencia en la industria del sexo en un libro que publicó en el 2014: “10.000 Men and Counting“de la editorial Xlibris.

Sobre sus memorias, esto fue lo que declaró a Daily Mail de Australia:

“No me siento culpable por haberlo hecho, los hombres no acudirían a mí si recibieran todo el sexo que quieren de sus mujeres. Son hombres y no pueden apagar su deseo biológico, por eso recurren a mis servicios”.

Aunque su vida jamás fue perfecta como siempre lo soñó; este oficio la llevó a abusar de las drogas como la cocaína y el alcohol por 12 años. Después de varios años en el rubro, se dio cuenta de que sus historias debían ser compartidas con el mundo y escribió el libro para contar algo que socialmente para muchos, es mal visto.

En el libro contó que dentro de sus clientes, el 90% de ellos, eran casados y que la gran mayoría, acudían a ella solamente para satisfacer sus necesidades sexuales que sus esposas no le daban y así, validar su masculinidad.

“En una ocasión uno de mis clientes me dijo: ‘Yo amo a mi esposa, estoy enamorado de ella, pero sólo tengo sexo tres veces al año y soy un hombre que no puede lidiar con eso’”.

Cuando cumplió 33 años decidió abandonar su vida como prostituta y estudiar un tipo de psicoterapia; en la entrevista con el medio australiano, también afirmó que escribir sus memorias le ayudó también como terapia para descubrir quién era como mujer realmente.

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