En Atmore, Alabama, cuando el personal de la prisión le preguntó a Jeremy Morris, de 33 años, si quería algo especial para su última cena, él simplemente contestó: “Sólo quiero una Biblia”.
Los guardias de la prisión de la Instalación Correccional William C. Holman pensaron que el hombre quería orar y arrepentirse, de modo que le dieron una copia antigua de la Biblia King James.

Contra todas las expectativas, el asesino condenado a muerte comenzó a desgarrar el libro y a comerlo.

Le tomó horas masticar y tragar los pequeños trozos de papel, pero Morris se comió la totalidad del libro de 1200 páginas, incluyendo la portada.
Walter Henri, el guardia de la prisión que le entregó la vieja y desgastada Biblia, dice que el recluso parecía “saborear cada bocado”.

-“¡Siguió rasgando pedazos de su Biblia y comiéndolos como si fueran papas fritas!” dijo.

El director de la prisión de Holman, Frank Davis, dice que el personal decidió dejar que el prisionero comiera la Biblia porque no violaba la “última política de comida” del establecimiento.

En la mayoría de los estados y varios países donde la pena de muerte es legal, es costumbre dar a los condenados una última comida especial a petición suya.


Las restricciones que se aplican tienen que ver principalmente con la legalidad, la accesibilidad y el valor de la comida.

A pesar de su naturaleza inusual, la opción del señor Morris de la comida era “localmente accesible y costó menos de US$ 40”, lo cual se ajusta a las reglas de las instalaciones correccionales de Alabama.

Jeremy Morris será ejecutado por el asesinato de dos monjas católicas en 2007.

Con información de WNDR


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