Bex y su esposo Martin esperaban con ansia el nacimiento de su hija. Estaban muy emocionados. A medida que avanzaba el embarazo todo iba normal, hasta que un día la pequeña bebé empezó a tener problemas en el corazón, por lo que al cumplirse cinco meses los médicos decidieron sacarla mediante cesárea. Sin embargo al momento de salir del vientre de la madre el corazón de la pequeña dejó de latir.

Bex, al no escuchar el llanto de su hija, de inmediato supo que algo no estaba bien… Gritaba con desesperación, y en medio de sus lamentos y sus gemidos los doctores hicieron lo imposible: rápidamente sometieron a la bebé a electrochoques y después de ocho minutos lograron revivirla. La pequeña Willow fue trasladada a cuidados intensivos, y lo que los médicos hicieron ahí parece sacado de una película de ciencia ficción.


Los especialistas la sometieron a la llamada “terapia de frío”, innovador método que consiste en colocar al niño en una incubadora y bajar su temperatura corporal a 33 grados centígrados –la normal de todos los humanos es de 37 grados-.

En otras palabras, la sometieron a hipotermia moderada con la finalidad de evitar daños en su cerebro por la falta de oxígeno. Ahí estuvo tres días.

Los padres sólo podían tocar su mano, pero fue suficiente para estar pendiente de su niña. Bex recuerda: “No la escuché llorar durante las primeras cuatro semanas. Ella estaba conectada a tantos tubos que no podía hacerlo. Resulta extraño, pero todo lo que yo quería era escucharla llorar como una bebé normal”.


Al cuarto día estabilizaron a Willow con su temperatura corporal, y afortunadamente salió ilesa. ¡Podrá tener una vida normal! Ha pasado un año y tres meses desde su nacimiento y es una bebé muy sana. “La amamos mucho”, dice su papá, “es una niña preciosa”.

Ahora los tres son una familia muy unida; definitivamente superaron un gran obstáculo y estamos seguros de que la vida será muy buena con ellos. ¡Gracias!, doctores, enfermeras y especialistas por su labor tan noble.


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