“Comí todos los tacos mexicanos que pude y aguanté el fin de semana completo hasta mi cuerpo estuviera a punto de explotar. Entonces, el lunes, entré directamente a su oficina”, señaló la mujer a Valley Report.
A veces las personas simplemente no queremos ir a trabajar. Preferimos quedarnos en la casa viendo televisión y comiendo chocolate acostados en la cama. Sin embargo, la vida no es gratis. Hay que pagar cuentas, comida, arriendo, e incluso, si tienes hijos, debes mantenerlos a ellos. Entonces, cuando piensas en eso, inmediatamente te levantas y metes tu cuerpo a la ducha. El agua te corre por la cara y tú desearías quedarte dormido ahí mismo. Es la realidad de muchos pero la verdad, es que uno se acostumbra.
Sin embargo, cuando lo que se tiene en el trabajo es a un jefe déspota y arrogante, las cosas pueden cambiar muchísimo.
Es tanto así que Sarah E. Hoffman, la ganadora del premio mayor en New York, EEUU, tomó tal vez la decisión más extraña que podría tomar un recién multimillonario, y al día siguiente fue a trabajar. Extraño, no muchos irían a la oficina luego de ganarse la lotería. Pero ella tenía un último paquete que entregar.
Su jefe tuvo palabras para referirse a lo ocurrido.
“Sabía que había algo extraño porque, al volver del almuerzo, vi que la puerta de mi oficina estaba cerrada”, dijo a Valley Report. “Lentamente giré la manecilla y lo primero que vi fue a Sarah sentada encima de mi escritorio, manteniendo el equilibrio solamente con sus pies. Su trasero estaba a unos 20 centímetros de la mesa y de pronto, al acercarme un poco más, vi que tenía los pantalones abajo, a la altura de sus rodillas. Entonces, a pesar de lo impactante, entendí todo. El olor era asqueroso y una bola de excremento figuraba encima del teclado de mi computador. Ella se reía al mismo tiempo que hacía fuerzas para defecar un poco más. Era insólito”.
Según The Valley Report, Sarah, la mujer de 41 años, tuvo palabras para referirse a los hechos justo cuando fue arrestada.
“Sin duda valió la pena”, dijo. “El viernes cuando me di cuenta que había ganado la lotería, supe que lo primero que haría sería defecar en el escritorio de mi jefe. Comí todos los tacos mexicanos que pude y no fui al baño durante todo el fin de semana. Aguanté lo más que pude hasta que llegó un punto en el que sentí que explotaría. Mi jefe me llenó de mierda durante años. Era tiempo de dejarle yo un poco de la mía”…