La leyenda del “Callejón del Beso” cuenta que Doña Carmen era cortejada por Don Luis, un joven apuesto por el que ella tenía cierta debilidad. Cuando su padre se dio cuenta la encerró amenazándola con llevarla a un convento y no dejarla salir nunca más. Ante tal medida, el pretendiente de la bella doncella compró la casa que se encontraba a un lado de la residencia de doña Carmen.

Una noche, ella notó que su amado se encontraba apenas atravesando un pequeño callejón que separaba sus propiedades. Se podían tocar e incluso besar tan de cerca que el callejón parecía no existir. Así pasaron una gran parte del tiempo, viéndose a escondidas muy cuidadosamente; sin embargo, llegó lo inevitable: el padre de la doncella se enteró de los encuentros y decidió tomar cartas en el asunto.

Una noche, durante plena demostración de amor, el padre entró sin previó aviso y al ver la escena apuñaló a su propia hija. Mientras ella caía lentamente, Don Luis la sostuvo y le dio un beso tan romántico en su helada y fría mano, como para sellar su historia de amor para la posteridad.

Así como para esa pareja de enamorados un beso era símbolo de su amor puro, hoy en “El Callejón del Beso” los amantes se reúnen para seguir la tradición del mítico lugar. Quienes se aman visitan Guanajuato para sellar su cariño con un beso apasionado en medio de esta angosta calle.

Un beso puede ser la clave para muchos momentos importantes. Sin embargo, es también la máxima expresión de la Basoexia: parafilia cuya materia prima son, en efecto, los besos. Una persona que sufre de esta filia solamente logra llegar al máximo placer sexual por medio de la estimulación entre saliva y movimientos de lengua. Para ellos el beso posee una carga erótica de suma importancia.

Besar a alguien es un acto que implica tensión y atracción asexual; no obstante, la basoexia lleva esta acción a un nivel mucho más alto. Esta filia provoca que sus adeptos no logren el orgasmo si no se estimulan únicamente mediante besos. Incluso tocando y acariciando zonas que se consideran erógenas, no consiguen el nivel de excitación que los hará culminar en placer.

Si algo puede ser negativo para quienes experimentan la basoexia, es que no pueden efectuar relaciones sexuales sin la estimulación de los besos. La mayoría llegan al éxtasis a través de la combinación de caricias o emociones, entre otras muchas formas de excitación, pero ellos no. Así que la filia los convierte –en algunas ocasiones– en amantes compulsivos o con conductas obsesivas que pueden incomodar a la pareja. La diferencia entre un beso erótico y uno que brinda o busca placer, es que el primero es parte del juego sexual, forma parte de la excitación y el previo al coito, pero el orgasmo no depende de ese ósculo. En cambio, el segundo es casi una obligación para poder llegar al clímax.

A diferencia de otras parafilias, la basoexia es la menos dañina y peligrosa. No se requiere de nada extraordinario más que de la compañía de la pareja y, por supuesto, su aceptación para jamás dejar de besar. No obstante, la basoexia es también tratada por terapeutas que ayudan a controlarla y a enseñar que existen muchas otras formas de excitación para alcanzar el orgasmo.

Los besos son manifestaciones de amor y atracción: no hay pareja que no disfrute demostrar su cariño de esta manera. Esta expresión tiene algo especial que nos vuelve, de cierta manera, adictos. No obstante, mantener el control sobre cada beso es también una muestra de cariño y respeto hacia la pareja y hacia uno mismo.

Así, entre un poco de lujuria y moderación, los besos fungen como adhesivo para que la pareja se una en una sola carne. Dale más sentido a tus relaciones sexuales por medio de estas diferentes técnicas eróticas y aprende a romper las expectativas que tienen las mujeres sobre los hombres para disfrutar mejor del sexo.

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