¿Sabes qué hizo el padre del Conductismo? Un bebé de 11 meses fue víctima de crueles experimentos con el objetivo de demostrar la veracidad de unas teorías psicológicas.

¿Quién puede aplaudir la tortura a un inocente? Quizá ese fue tu primer pensamiento al leer el titular, pero lamentablemente es cierto. En el campo de la ciencia, se utilizan criaturas vivas para los experimentos. Quizá lo más común (pero no por eso deja de ser cuestionable) es hacerlo con ratas, monos o perros, pero para el psicólogo John B. Watson, sus nuevas teorías debían “ir más allá”, así que utilizó a un bebé para sus propósitos.

Watson es un reconocido psicólogo estadounidense, y fundador del Conductismo, una corriente que centra sus estudios en las leyes comunes que determinan el comportamiento humano y animal.

Una de las teorías de Watson aseguraba que el comportamiento humano era predecible, incluso modificable. “Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger -médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón- prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasado”, decía.

Parafraseando las palabras de Watson, el psicólogo afirmaba que la conducta del ser humano puede modificarse como si fuera barro en las manos de un alfarero. A partir de refuerzos, recompensas y castigos, cualquier persona podría convertirse en lo que sus mentores quisieran. Para comprobar esto, “consiguió” a un niño de once meses de edad al que llamó “Albert B.”

El objetivo de este experimento debía responder a 3 preguntas:

  • ¿Puede condicionarse a un niño para que le tema a un animal que aparece simultáneamente con un ruido fuerte?
  • ¿Se transferirá tal miedo a otros animales u objetos inanimados?
  • ¿Cuánto persistirá tal miedo?

Para responder a la primera pregunta, Watson apoyado de su asistente y amante, Rosalie Rayner presentaron una rata blanca al pequeño. Albert por instinto quiso acercarse al roedor, pero cuando esto pasaba, Watson martilleaba una lámina de metal, provocando la molestia y el desconcierto del niño. Tras varias repeticiones, Albert empezó a mostrar disgusto por el animal, y cada vez que lo veía fruncía el ceño. Con este comportamiento, la primera pregunta se respondía: Sí, se puede.

Al cabo de unos días, Watson siguió experimento con Albert para responder la segunda pregunta. Así que comenzó a mostrarle objetos blancos (así el niño lo asociaría con la rata). La respuesta fue positiva, Albert transfirió su disgusto a objetos con esta característica.

El psicólogo filmó cada etapa del experimento, y meses después fue despedido de la Universidad John Hopkins. Su trabajo había despertado polémica en el mundo científico por la utilización de un bebé. Sumado a esto, los rumores de un romance con su asistente fueron los detonantes para despedirlo de sus labores.

La tercera pregunta no pudo ser resuelta, pero se abrieron otras interrogantes. ¿Qué pasó con el pequeño Albert? El protagonista falleció 5 años más tarde por una hidrocefalia congénita sin ninguna relación comprobable con el experimento que protagonizó, sin embargo corrieron fuertes rumores que Watson tenía conocimiento de este padecimiento, y por ello el niño elegido. Esto condenó la ética del psicólogo, pues escogió como víctima a una criatura que tenía los días contados.


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