“Nunca me imaginé despertar un día y que mi vida hubiera cambiado de forma tan drástica”, nos comentaba Yesenia, una jóven madre de 3 pequeños, menores de 3 años.

La joven, a quien por cuestiones de proteger su identidad hemos denominado Yesenia, tiene solamente 19 años de edad. Conoció a su “marido” en la escuela, la cual tuvo que abandonar cuando supo que estaba embarazada de su primer hijo.

“Estábamos muy chiquitos para tener hijos. Mi mamá me echó de la casa y me advirtió que no me volviera a acercar, que era una pecadora y que jamás iba a entrar al cielo por lo que había hecho.” Consideró métodos que le recomendaban sus amigas, desde tés de múltiples plantas que son abortivos naturales, hasta incluso consideró propiciar una caída letal. El miedo la invadía. Pero su novio le propuso casarse, lo cual nunca llegaron a consumar, pero le prometió cuidar de ella. El trabajaría mientras ella se quedaría en casa.

Al poco tiempo de estar viviendo  juntos, Yesenia comenzó a ver a su marido comportarse de forma extraña. Llegaba a altas horas de la noche y se enojaba con facilidad. Al cabo de unos meses comenzó a tatuarse el cuerpo. Su marido le explicaba que había encontrado un “nuevo grupo de amigos” que lo aceptaban tal y como era, y que las reuniones de trabajos que habían conseguido tenían que ser de noche.

Yesenia, madre primeriza en aquel entonces y con tan solo 15 años de edad, descubrió por medio de allegados que su marido se había involucrado en “La Salvatrucha”.

“Al principio no lo podía creer, me rehusaba a pensar que a pesar de todo lo que estaba sucediendo el se involucraría en cosas así.”

Yesenia decidió confrontarlo a altas horas de la madrugada, desvelada y que recién había puesto a dormir a su pequeño hijo por quinta vez esa noche. Al poco tiempo de comenzar a discutir notó nuevos e infectados tatuajes recientes. Su pesadilla se había hecho realidad. Su marido procedió a propinarle una golpiza, dejándola inconsciente en el suelo por varios minutos. Esa sería la primera de una serie de abusos que Yesenia sufriría a lo largo de 3 años. Después de lo ocurrido, el salió huyendo de la casa.

Una vecina que que escucho el altercado decidió investigar lo que estaba sucediendo, y encontró a Yesenia inconsciente en el suelo y decidió pedir ayuda. Esa mañana, Yesenia despertó en una unidad de salud asustada. Su vida parecía haber dado un giro de la noche a la mañana.

Yesenia decidió no contarle nada de lo que ocurría a sus vecinos. Al cabo de una semana, su marido regresó para amenazarla que guardara silencio o la mataría. Sin razón alguna, su marido buscaba formas de infringir violencia sobre ella.

“Me violó dos veces. Ambas quedé embarazada. Poco tiempo después de dar a luz a mi bebé (su tercer hijo), comenzó a violarme más seguido.” Esto le causo hemorragias severas y rupturas en el canal vaginal. La golpeaba severamente, amenazándola que si pedía ayuda, de nuevo, iba a asesinarla. Yesenia ya no podía seguir adelante sola. Buscó ayuda con su madre, la cual le dio la espalda.

Su vecina, una mujer sola que de vez en cuando le ayudaba a cuidar a sus hijos, decidió ayudarle de una manera drástica. Poco a poco, sacaron lo que pudieron de la casa, y se fueron lejos del cantón donde vivían.

Yesenia vive atemorizada del día que su marido la encuentre.

Este es solamente uno de los miles de casos que las mujeres víctimas de la violencia en El Salvador viven.


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